Cuando el 24 de junio de 1935 se estrella en Medellín el avión en que viajaba Carlos Gardel, la noticia conmueve al mundo. A la difusión masiva de sus discos, se había sumado desde 1931 la gran repercusión popular de sus películas. Todo ello eclosionó en la gira que había emprendido por Latinoamérica, y que acabaría inesperadamente en Colombia, provocando convocatorias populares nunca antes registradas, y que sólo volverían a registrarse con la aparición de los Beatles.
¿Cuáles fueron las circunstancias que hicieron posible semejante fenómeno? ¿Cómo construyó este artista el tango cantado, música de fusión de definida presencia internacional? ¿Cómo el pequeño inmigrante francés logró sintetizar en la cosmopolita Buenos Aires de comienzos del siglo XX la extraordinaria oferta musical sustentada en las migraciones internacionales y nacionales que se desparramaron por las salas de espectáculos de la ciudad? ¿Cómo se lanzó a la conquista de los principales centros internacionales, y logró imponerse como uno de los grandes referentes del canto popular?

miércoles, 26 de enero de 2011

GARDEL EN BRASIL

Por Julián Barsky*

Gardel y la compañia de Enrique Arellano

Hacia 1915, la compañía del argentino Enrique Arellano se hallaba presta a debutar en el teatro 18 de Julio de Montevideo, y su director, intentaba seducir al dúo Gardel-Razzano –que también se encontraba en el Uruguay- para formar un seleccionado de artistas que se abriera camino en el inmenso mercado brasileño, un territorio casi virgen para los argentinos. Gardel y Razzano no se comprometieron, pero cuando regresen a Buenos Aires se encontrarán con que la idea, de la mano de Fontanilla –director del Teatro Nacional– tenía visos de realidad.
El dinámico empresario ya había contratado al comediógrafo Alfredo Duhau, dándole carta blanca para armar una compañía a su gusto. Duhau convocó al impulsor de la idea, Arellano, junto a su compañía y, por supuesto, el dúo. El 17 de agosto el grupo partió rumbo a Brasil, a bordo del buque Infanta Isabel.
La travesía en barco tendría un condimento extra para los artistas, pues junto con ellos viajaba el ilustre tenor Enrico Caruso -de quien hablamos en otro artículo-, a quien Gardel imitaba en su juventud, cuando trabajaba como utilero.
El encuentro con el tenor sería casi lo único memorable que les acarrearía la gira por Brasil. Pese al buen elenco y la calidad de las obras que iban a presentar –“El tango en París” y “Los mirasoles”, entre otros–, la compañía fracasó sin atenuantes. Sumidos en la dificultad insalvable del idioma, el público brasileño no lograba compenetrarse de la temática de las puestas en escena, y el dúo apenas se salvaba en la hecatombe de críticas. “A funçao terminou com a parte de cantos regionaes pe los Sres. Gardel y Razzano –decía el diario Estado de San Pablo al día siguiente del debut–, que foram forçados a bisar numeros de dolentes cantigas criollas, exacutadas com acompanahamento ao violao”.
En una de las funciones, mientras Gardel y Razzano agradecían los aplausos del público, escucharon una voz que partía del paraíso:
–¡Choromo, el chopón del olvido!
Gardel fingía concentrarse en la afinación de su guitarra, pero en realidad lo hacía para disimular la risa.
–¡Zas! –le comentó a Razzano por lo bajo–, por ahí deben andar algunos de los muchachos del Abasto...
Efectivamente. Al salir del teatro, Gardel se topó con un viejo conocido, Yéyaro “Barriga retobada”, un viejo carterista de Buenos Aires que había alternado con el cantor en sus comienzos. El punguista había adquirido cierto renombre en la ciudad porteña y sus andanzas no habían sido menores, siendo incluso apuñalado en una trifulca. Yéyaro, cansado del acoso policial que sufría en Buenos Aires, había optado por mudar sus reales a Brasil, aunque tampoco en territorio carioca sus cosas irían mejor, puesto que poco después de “instalar su oficina” allí sería fichado por la policía, tanto de Río de Janeiro como de San Pablo.
–Vení, “Morocho”, vamos al café de la esquina –invitó Yéyaro.
–Dale, vamos –dijo Gardel, pero enseguida se dio cuenta de que no había actuado en forma reflexiva.
Al rato, cuando empezaron a llegar al café los miembros de la pequeña banda que manejaba su amigo, Gardel percibió en toda su dimensión el error que había cometido. Poco después llegaría la policía, deteniendo a la banda, Gardel incluido.
–¡No, esperen! Yo soy un cantor argentino. Canto acá en el Teatro Municipal.
El comisario, sin inmutarse, miró a Gardel y le contestó:
–¿Vocé é o cantor? Vocé é un gatuno...
Partieron todos rumbo a la comisaría y algunas horas más tarde, tras la insistencia del cantor, el comisario aceptó que le avisaran a Alippi, quien se presentaría para aclarar el malentendido.
Pocos días después, la compañía subía a bordo del Ré Vittorio, rumbo a Buenos Aires. La gira fue poco productiva desde lo económico. Sin embargo, le ayudarían a Gardel y Razzano a sacar interesantes conclusiones, que les servirían para viajes futuros.

Fuente: Barsky, Julián y Osvaldo, Gardel el cantor de tango (2010). Ediciones libros del Zorzal.

*El presente artículo puede usarse libremente. Únicamente le pedimos que nos citen. Gracias.

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